Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

La alimentación y nutrición en nuestro Chile bajo el modelo neoliberal

MMM-Chile, www.marchamujereschile.cl

El modelo neoliberal en Chile transforma la economía bajo un sistema de privatización de bienes y servicios como la educación, la salud y la previsión social y separó drásticamente los barrios ricos de los pobres. Si usted no quiere ver la pobreza, nunca la encontrará, porque la planificación territorial moderna desarrolló grandes avenidas y túneles de acceso directo que van desde el aeropuerto hacia la gran ciudad, trasladando a las y los empresarios e inversionistas rápidamente a los barrios altos. Ese es nuestro Chile actual: altamente extractivista y con una brecha económica que nos ubica entre los siete países con mayor inequidad y mal distribución de la riqueza.

La alimentación y nutrición de la población cambió paulatina y desfavorablemente bajo este modelo neoliberal al punto de llegar a sustituir nuestra dieta equilibrada en la cocina chilena. La transformación agrícola de los campos en el proceso de contra reforma agraria produjo una concentración de la tierra para la producción de frutas y viñedos de exportación, eliminando los cultivos tradicionales, asfixiando al campesinado que ha emigrado masivamente a las ciudades y convirtiéndoles en trabajadoras y trabajadores de mano de obra barata. De ese modo se produce un doble efecto: primero, ya no se produce la diversidad de frutas, cereales y verduras que disfrutábamos en nuestra mesa y segundo, la ciudadanía ha dejado de consumir la alimentación casera que proviene principalmente del campo para recibir la alimentación chatarra que ingresó en gloria y majestad junto con las grandes corporaciones y transnacionales que atentan contra la soberanía alimentaria de los pueblos.

El impacto negativo del modelo sobre los campesinos y campesinas ha repercutido considerablemente en las mujeres, afectándolas directamente desde hace décadas. Lo que se caracterizó como «la feminización de la pobreza» ha producido al aumento de la migración, abandono temprano de los estudios, precarización e inestabilidad laboral, y daños crónicos a la salud por efecto del uso indiscriminado de plaguicidas en las plantaciones donde ellas trabajaban (malformaciones congénitas, abortos espontáneos, etc.). En los tiempos actuales, por efecto directo de la malnutrición de mujeres en edad fértil, es muy común observar que se diagnostica diabetes gestacional en las madres embarazadas.

La mal nutrición ha aumentado considerablemente, al punto que se presenta un alto índice de obesidad en la población adulta, con un porcentaje que alcanza el 20% de niños y niñas obesas menores de seis años. La relación natural que existía entre la ciudad y el campo se ha perdido sistemáticamente y la frase acuñada hace décadas «directamente del productor al consumidor» ya no existe.

Lamentablemente la población en general, no ha tomado conciencia que esa conexión produce un comercio justo de alimentación sana, y libre de agro tóxicos y pesticidas que no dañan su salud, en cambio la alimentación chatarra a la larga es más costosa, porque presenta excesos de carbohidratos y azúcares que le provocan efectos colaterales y causan enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes y enfermedades cardiovasculares.

Voces desde el campo 2

Cuando se trata de lengua, fronteras y ganado, la nación de Mongolia es próspera (ZunduinDorj)

Munkhbolor (Bolor) Gungaa, miembro de la Alianza de Pueblos Nómadas Indígenas de Mongolia, Mongolia

Una mala gestión del control y la propiedad de la tierra por parte de los pastores nómadas en Mongolia han permitido que los inversores extranjeros arrienden gran cantidad de tierras con fines comerciales e incrementado la concentración de la propiedad agrícola y el oligopolio de terratenientes en el país.

Según el Banco Mundial, la minería ha conducido a un rápido crecimiento económico de Mongolia, pero la realidad para quienes viven cerca de las minas es muy diferente. La contaminación ha tenido un impacto sobre todos, pero quienes más han sufrido el gran empobrecimiento han sido las comunidades de pastoreo nómadas. Los pastos de sustento vital, las fuentes de agua y los campos de uso por temporadas desaparecen con las minas a campo abierto y la construcción de carreteras y vertederos y la extracción de agua que implica la industria minera [Global Development Professional Network]. La explotación minera ha producido una escasez de campos de pastoreo para animales y de fuentes de agua, obligando a los pastores a que abandonen su estilo de vida nómada y se trasladen a zonas urbanas en aras de su supervivencia. La población en la capital Ulán Bator ha aumentado con rapidez como consecuencia del éxodo forzado y masivo que ha hecho que muchas familias dedicadas al pastoreo tengan que asentarse en zonas urbanas sin su consentimiento libre, previo e informado, debido a la pérdida del sustento en sus campos habituales. La migración a centros urbanos ha tenido un impacto negativo sobre los nómadas mongoles que han perdido sus conocimientos tradicionales en relación con la seguridad alimentaria y la nutrición.

Mongolia está en el corazón de Asia Central y posee un vínculo espiritual e histórico con la riqueza de la cultura nómada y su cocina «a caballo»[ La cocina a caballo» se refiere a la historia y al modo de vida de los pueblos nómadas mongoles. Se desplazaban largas distancias utilizando sus caballos y comían sus comidas en el trayecto, montando a caballo]. Los mongoles, como descendientes de Gengis Kan, ya sean quienes toman las decisiones o pastores nómadas, están bendecidos y nunca caerán de rodillas, pero se mantendrán aun con mayor esplendor sobre sus hombros. Como descendientes de las grandes reinas de la sabiduría, las mujeres mongolas y sus hijos tienen derechos históricos para vivir en sus tierras de origen y dar de comer al mundo con alimentos sostenibles y nutritivos de generación en generación. La continua explotación de sus tierras de origen afecta a las mujeres de una manera más concreta, dado que las obliga a abandonar su papel de guardianas de la seguridad alimentaria y eso también genera problemas de salud, especialmente con relación a las malformaciones de nacimiento en los recién nacidos.

Cuadros

Cuadro 1

Agricultura urbana y resistencia en Gaza

En los territorios palestinos ocupados, la agricultura urbana y la ganadería han sido siempre un componente importante para la supervivencia de la comunidad y la resistencia a la ocupación [Rami Zurayk, Anne Gough, Ahmad Sourani y Mariam Al Jaajaa, «Food Security Challenges and Innovation: The Case of Gaza (Desafíos e innovación en seguridad alimentaria: El caso de Gaza), High Level Expert Forum: Food Insecurity in Protracted Crises, Roma: 13-14 de septiembre de 2012]. En la Franja de Gaza, los pequeños pero innumerables huertos en las azoteas se han convertido en una necesidad.

La agricultura campesina tradicional en la Franja de Gaza es prácticamente imposible. Este territorio densamente poblado, que alberga una enorme población local y refugiada, está perdiendo constantemente sus terrenos productivos por muchas razones. Con una población actual aproximada de 1,8 millones de personas, la tierra suele perderse debido a las necesidades de expansión de los asentamientos humanos y a la contaminación de los terrenos generada por el funcionamiento deficiente o la inexistencia de sistemas de aguas residuales. El conflicto y los controles de seguridad han perjudicado gravemente o incluso restringido el acceso a terrenos arables. La destrucción causada por la operación «Plomo Fundido» de 2009 y la expansión de una «zona de amortiguación de seguridad» a lo largo de la frontera sudeste con Israel, tuvo como resultado que un 46% de los terrenos agrícolas de la Franja de Gaza quedasen inaccesibles o fuera de producción [FAO y OCHA, «Farming without Land, Fishing without Water: Gaza’s Agricultural Sector Struggles to Survive» (Cultivar sin tierra y pescar sin agua: la lucha por la supervivencia del sector agrícola de Gaza), Mayo de 2010]. La zona de amortiguación contiene un 30% de las tierras arables de Gaza, y anteriormente se utilizaban para diversos cultivos de secano y pastos para el ganado; muchos productores arriesgan su vida intentando acceder a estas tierras, que necesitan desesperadamente. Las recientes ofensivas de Israel en 2012 y 2014 han perjudicado aún más los terrenos arables y la infraestructura agrícola, así como los equipos y otros inputs, ya que Israel les ha impuesto sanciones a la exportación e importación [Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA), Informe sobre la situación de Gaza 88, 16 de abril de 2015].

Con estas limitaciones a la producción tradicional de alimentos, la agricultura en Gaza se ha vuelto más urbana que rural, ya que cada vez resulta más necesario acceder a alimentos seguros y nutritivos, realizar actividades de generación de ingresos, y mejorar la calidad del medio ambiente, los huertos en azoteas han pasado a ser una necesidad crítica y necesaria, así como un modo de resistencia de las personas de Gaza. Las azoteas son algunos de los pocos espacios abiertos que quedan en muchas partes de Gaza, y muchas familias dependen de estos huertos para obtener alimentos básicos, por lo que crían animales pequeños y cultivan alimentos como tomates, pepinos y pimientos. Cuando hay escasez en los mercados, o en épocas de conflicto en que no es seguro salir al mercado o incluso a la calle, muchas familias y vecindarios dependen de lo que pueden obtener de sus azoteas.

El Comité Palestino de Ayuda Agrícola (PARC) ha encabezado las tareas de apoyo y mejora de la agricultura urbana en Gaza, ofreciendo cursos de formación y apoyo a las familias para la creación de huertos domésticos y en azoteas. Numerosas organizaciones internacionales, al reconocer la necesidad crítica de una producción de alimentos en entornos urbanos que satisfaga las necesidades alimentarias, sanitarias y nutricionales, están ahora brindando apoyo técnico para ayudar a las familias de Gaza a cultivar huertos domésticos y comunitarios.

Tras cada ataque israelí que ha sufrido Gaza, a medida que se reconstruyen viviendas y vidas, los huertos también continúan resurgiendo. Los tejados verdes que marcan el paisaje abarrotado de Gaza representan la tenacidad y la resiliencia de la comunidad, y son un claro testimonio de la profundidad de las luchas por la soberanía alimentaria; aquello que los organismos y los estados externos le niegan al pueblo, el pueblo se lo provee por y a sí mismo[[Para más información, ver: Ahmed Sourani, «The Relief and Reconstruction Plans in Gaza Strip: Between the Resilient Development Strategy and Feed to Survive Strategy» (Planes de ayuda y reconstrucción en la Franja de Gaza: entre la estrategia de desarrollo resiliente y la estrategia de alimentación de supervivencia), Informe de trabajo de la ONU, 1 de abril de 2015].

Cuadro 2

Soberanía alimentaria, derecho a la alimentación y sus afectaciones a través de los conflictos de interés

La soberanía alimentaria en la población es uno de los elementos que se encuentra en mayor riesgo, especialmente en México. Para lograr una soberanía alimentaria entre la población se requiere de voluntad política gubernamental, es decir, el Estado está obligado a establecer los mecanismos necesarios para la garantía de este derecho de la población, no sólo desde el consumo sino desde las políticas agrícolas en el campo.

Uno de los elementos que está mermando fuertemente a la población son las violaciones de los derechos humanos, los conflictos de interés y las malas políticas públicas que «arrebatan» a la ciudadanía el poder de decisión en cuanto a qué consumir y la calidad de alimentos que se ofrece a las familias. En las últimas décadas se ha favorecido fuertemente los intereses del sector privado sobre la salud pública a costa de un grave deterioro de salud en la población.

Mucho ha sido debido a la publicidad engañosa, falta de etiquetados adecuados y orientadores para la población o que permitan conocer la procedencia de alimentos básicos como el maíz. Existe un devastador abandono de las políticas agropecuarias a favor de las y los pequeños productores, dando prioridad a las prácticas agroindustriales.
En México las políticas en el campo han sido gravemente transgredidas, sin embargo, la sociedad civil sigue resistiendo a través de demandas imperativas para el pleno ejercicio y cumplimiento de los derechos humanos.

Algunos ejemplos han sido las exigencias de la Alianza por la Salud Alimentaria con el impuesto al refresco e implementación de bebederos de agua potable en las escuelas. Se logró aprobar un impuesto sobre las bebidas azucaradas y la instalación de bebederos en todas las escuelas del país. Ambas iniciativas fueron grandes pasos para la mejorade la salud pública, pero aún se requiere mucho más (presupuesto, seguimiento, evaluaciones apropiadas) y que sean implementadas en su totalidad libres de conflicto de interés.


Otro gran avance para la salud pública fue el lograr detener el cultivo masivo de maíz transgénico en el país. Esto se logró a través de una Demanda Colectiva Ciudadana para la defensa del maíz nativo. Así mismo han surgido iniciativas para la defensa de los territorios y la vida, como las Jornadas nacionales por la defensa de la tierra, el trabajo, el agua y la vida y la Alianza Mexicana contra el Fracking por mencionar algunas luchas sociales importantes [ http://www.hoyquecomierontushijos.org/, http://elpoderdelconsumidor.org/, https://www.facebook.com/pages/Encuentro-Nacional-Defensa-de-la-tierra-agua-y-vida/478188112283948, http://mexicovsgmo.org/, http://alianzasalud.org.mx/, http://nofrackingmexico.org/ ].

Es de carácter imperativo establecer políticas libres de conflicto de interés, basadas en los derechos humanos (especialmente el derecho a la salud, a la alimentación y al agua), que favorezcan a las y los pequeños productores y así lograr hacer accesible a las y los consumidores alimentos nutritivos, frescos y libres de agroquímicos.

Cuadro 3

Construyendo sistemas alternativos de alimentación a través de la agricultura sostenida por la comunidad

URGENCI es la red global de la agricultura sostenida por la comunidad (CSA por sus siglas en inglés) en todo el mundo. Como tal, somos parte del movimiento por la soberanía alimentaria y el proceso Nyéléni Europa. La red se constituyó sobre los principios de la repartición de riesgos y beneficios, y de solidaridad entre productores y consumidores. Hoy en día cuenta con más de un millón de miembros.

Nuestros objetivos clave son: reforzar el papel de los pequeños productores en la cadena alimentaria, relocalizar cadenas alimentarias y la agricultura campesina, y garantizar la solidaridad y que el compromiso con los agricultores siga siendo el eje fundamental de las cadenas de suministro cortas.

Desde la perspectiva del derecho a una alimentación y nutrición adecuadas, un aspecto esencial de las CSA es la participación de miembros marginados de la comunidad a través de una gran variedad de mecanismos. Un ejemplo interesante es la Comunidad Agrícola de Cloughjordan, la famosa ecoaldea irlandesa. Allí se da una escala móvil de pago, en la que los ancianos, los desempleados y los estudiantes pagan menos que quienes tienen trabajo. Y como el sistema se basa en la confianza, se disponen los vegetales de manera que cada uno retira lo que necesita. Esto hace que la gente realmente se plantee cuánta comida necesita, asegura una igualdad en el acceso y desalienta cualquier posible desperdicio. La propia naturaleza de la CSA implica que todo lo que se produce es orgánico – a pesar de que no necesariamente tiene que estar certificado – y que el productor local asegura la máxima frescura del producto en la cadena de consumo. Estos dos factores son clave para la conservación del alto valor nutricional de los alimentos, porque no hay productos químicos y pasa del lugar de cultivo al plato del comensal en un tiempo récord.

Las CSA cubren una amplia gama de productos, y las tendencias actuales apuntan a CSA que generen múltiples productos. La carne siempre es de ganado alimentado con pasto, animales que pastan y pollos criados al aire libre. Otras producciones varían en función del país y siempre es estacional. En algunos casos en Europa se dan acuerdos entre CSA de distintos países, por ejemplo, en el sudeste de Francia, cerca de Toulouse, algunas CSA reciben mensualmente naranjas y aceite de oliva de la vecina España [Puede consultarse un listado de casos de estudio en Hungry for Rights project (2015) Community Based Food System: a collection of case studies and recommendations from Cyprus, France, Italy, Lithuania, Senegal and UK-Scotland].

En China, lugar en que se celebrará la próxima conferencia URGENCI, hay ya más de 500 CSA, a las que pertenecen más de 750.000 familias. Los agricultores allí, como en muchos otros países, son generalmente jóvenes, población neo-rural cualificada, que regresa al campo para estar más cerca y cuidar de sus parientes que envejecen, y para garantizar a sus comunidades el acceso a un alimento sano y cultivado localmente. Usan los terrenos asignados por el Estado y también alquilan tierras comunales complementarias, de esta manera están construyendo sistemas alimentarios como alternativa ante el modelo industrial del agronegocio. Los chinos y otras CSA proporcionan a millones de personas a escala global alimentos orgánicos, seguros y nutritivos cultivados localmente, respetando los principios de la agricultura ecológica. www.urgenci.net

Cuadro 4

13 pasos para una buena nutrición

1. Todas las personas, mujeres y hombres, tienen igualdad de acceso y control sobre los recursos productivos, los trabajos y los salarios.
2. Se garantiza a las mujeres la igualdad en su derecho a estudiar, trabajar y a tener pleno control sobre sus cuerpos y vidas.
3. Las familias y las comunidades garantizan las condiciones para que una mujer pueda ejercer su derecho a amamantar, como primer acto de soberanía alimentaria.
4. Los productores a pequeña escala, las comunidades y los consumidores definen las políticas públicas alimentarias y de nutrición de forma participativa.
5. La industria agroalimentaria, la producción de alimentos a gran escala y el marketing están regulados por el interés público.
6. Se da prioridad a la diversidad de la producción local, a través de los pequeños productores, en sintonía con los principios de la agricultura ecológica.
7. Consume preferentemente productos frescos locales y comida variada, productos de agricultura ecológica, comprados en mercados de productores locales o lugares similares.
8. Cocina tu propia comida, según las recetas tradicionales o creando nuevas.
9. Usa aceite, grasa, sal y azúcar en pequeñas cantidades.
10. Limita el uso de productos precocinados y evita el consumo de alimentos ultraprocesados.
11. Come regularmente, prestando atención, dedicando el tiempo necesario y, en la medida de lo posible, en compañía de familiares o amigos.
12. Sé crítico con el marketing alimentario.
13. Practica deporte habitualmente.

Destacados

Destacados 1

El derecho humano a una alimentación y nutrición adecuadas sólo puede alcanzarse por completo dentro del marco de la soberanía alimentaria

No existe nada más básico para cualquier ser humano que la acción de respirar, comer y beber. Estas son actividades fundamentales que se encargan de proporcionar a nuestro cuerpo el agua, los nutrientes y el oxígeno que necesita, que están presentes en los alimentos que comemos y bebemos, así como en el aire que respiramos. Sin ellos no podemos crecer, nos debilitamos, enfermamos y morimos. Las luchas de los pueblos contra la explotación, la discriminación, el hambre y la malnutrición conquistaron el derecho humano a una alimentación y una nutrición adecuadas para todos, entre otros derechos, dentro del contexto de la soberanía alimentaria y de los pueblos.

Alimentarse y alimentar a nuestras familias y a los demás son acciones que reflejan del modo más profundo posible la riqueza y la complejidad de la vida humana en sociedad. Las formas en que nos alimentamos provienen de nuestra propia naturaleza, aunque también son productos de la historia, de las luchas y de las vidas de nuestros antepasados. Son un reflejo de la disponibilidad de los alimentos y del agua en nuestro entorno local, de las relaciones de poder, así como de las capacidades económicas y físicas para acceder a la comida.

Los debates sobre la alimentación son inseparables de los debates sobre la nutrición y la salud en el contexto de los derechos de las mujeres y la soberanía alimentaria. Estos debates deberían aludir a la diversidad, la cantidad, la composición nutricional, la calidad y el tipo de producción de los alimentos; quién produce qué, cómo y dónde, y quién toma estas decisiones; el acceso a los recursos productivos y el control de éstos, así como el acceso físico y económico a los alimentos y al agua; los métodos de preparación; la información sobre la diversidad y la distribución nutricional equilibrada que se recomienda para las dietas; la definición de hábitos alimentarios saludables, y el riesgo de consumir productos tales como alimentos ultraprocesados, grasas saturadas y alimentos genéticamente modificados, entre otros.

Asimismo, definir qué es una dieta adecuada no puede limitarse a una ración nutricionalmente equilibrada compuesta de alimentos básicos. La alimentación y la nutrición suponen la creatividad, el amor, el cuidado, la socialización, la cultura y la espiritualidad. Por lo tanto, una dieta adecuada es aquella que engloba todas estas dimensiones y que contribuye al desarrollo de seres humanos sanos, conscientes de sus derechos y responsabilidades como ciudadanos de su país y del mundo, así como de sus responsabilidades medioambientales y de la calidad de vida de sus descendientes.

Para el ser humano, alimentarse es mucho más que el acto instintivo de cazar y recolectar, que nace exclusivamente del hambre. Va mucho más allá de la mera ingesta de nutrientes presentes en la naturaleza, que pasan a nuestra digestión y se transforman en cuerpo y en vida. A lo largo de su evolución, la especie humana ha desarrollado intrincadas relaciones con los procesos alimentarios, convirtiéndolos en profundos rituales que vinculan al ser humano con la propia naturaleza, y que van impregnados de las características culturales de cada comunidad y cada familia. Cuando comemos platos típicos de nuestra infancia y nuestra cultura con amigos y familiares, las personas nos sentimos renovadas en nuestra dignidad humana, afianzamos nuestra identidad, y muchos otros aspectos a otros niveles que van más allá del mero fortalecimiento de la salud física y mental.

El desarrollo de todos los seres humanos depende del apoyo de los padres, los familiares, la comunidad y la sociedad desde el momento en que nos conciben. Este apoyo se manifiesta por medio de la comida, el amor, el cariño, los cuidados, la estimulación, la educación y la seguridad, entre otros. Resulta imposible separar el valor individualizado de cada uno de estos factores. Las prácticas óptimas de alimentación para bebés y niños pequeños, como la lactancia exclusiva hasta los seis meses de edad y la continuación de la lactancia hasta los dos años o más, junto con una introducción oportuna de alimentos complementarios adecuados, son esenciales e incorporan todos estos elementos. En este sentido, resulta fundamental reforzar la responsabilidad colectiva, en primer lugar a nivel de estado, para garantizar a las mujeres en período de lactancia unas condiciones adecuadas que les permitan amamantar a sus hijos de forma óptima, sin que ello suponga imponerles cargas adicionales. En un entorno facilitador con dichas características, se protegen y se respetan los derechos de las mujeres y los niños, y la lactancia puede ejercerse como un primer acto de soberanía alimentaria.

Para impulsar la soberanía alimentaria, de forma que pueda ejercerse por completo el derecho humano a una alimentación y nutrición adecuadas para todos, es necesario hacer efectivos los derechos humanos de las mujeres. El impacto de la violencia estructural contra las mujeres y niñas, así como la violación sistemática de los derechos humanos de las mujeres en cuanto a la nutrición tanto de ellas mismas como de sus hijos, han sido invisibilizados por la perspectiva hegemónica de la seguridad alimentaria y la nutrición. Los casos de malnutrición entre mujeres y niños pueden atribuirse, principalmente, a la omnipresente discriminación por motivos de género en cuanto al acceso a la educación y la información, la carga desproporcionada de responsabilidades domésticas, el matrimonio infantil y los embarazos adolescentes. Las familias, y sobre todo las madres –como principales encargadas del cuidado de los demás– también son el blanco de campañas de marketing malintencionado de alimentos poco saludables, como pueden ser los sustitutos de la leche materna o los alimentos con altos contenidos en grasa y en azúcares; en consecuencia, reciben mensajes inadecuados y confusos sobre el mejor modo de alimentar a sus familias. Por último, las políticas y los programas de seguridad alimentaria no resuelven estos problemas estructurales de forma eficaz, y en nombre del «fomento de la igualdad de género» acaban ejerciendo aún más presión sobre las mujeres, al asignarles responsabilidades adicionales que, no obstante, deberían compartirse de forma colectiva.

Esta concepción holística de la alimentación y la nutrición nos lleva a entender que el hambre y las distintas formas de malnutrición no son procesos «naturales», sino que son, en realidad, el resultado de la exclusión y explotación social y económica, principalmente en cuanto a lo siguiente:

1. El acaparamiento de tierras y de otros recursos naturales, así como del conocimiento humano y de las prácticas, la mano de obra, la capacidad productiva y reproductiva y los modos de vida.
2. Los salarios bajos y poco igualitarios, las malas condiciones laborales y otras violaciones de los derechos de los trabajadores.
3. La expansión indiscriminada (y el respaldo público) del modelo de producción del agronegocio, que reduce la diversidad y la calidad de los alimentos y envenena el suelo, el agua, a los trabajadores, a las comunidades agrarias y fomenta el calentamiento global.
4. La acumulación de tierras y riquezas en manos de unos pocos.
5. La violencia estructural contra mujeres y niñas, incluidas la violación de su derecho a la educación, la limitación de su autonomía y el control sobre sus vidas y cuerpos.
6. Las prácticas de marketing no reguladas que fomentan el consumo de productos alimentarios procesados como sustitutos de la leche materna, productos genéticamente modificados, productos nutracéuticos, suplementos nutricionales y productos alimenticios enriquecidos, así como su distribución, que es cada vez mayor.

Las luchas para defender el derecho humano a la alimentación y a la nutrición no sólo pretenden satisfacer el hambre y las necesidades nutricionales, sino nutrirnos a nosotros mismos y a los demás, familia, amigos e incluso extraños, para afianzarnos en nosotros mismos e influir los unos en los otros como seres humanos en nuestras dimensiones física, intelectual, psicológica y espiritual. No en vano todas las festividades familiares y comunitarias, así como numerosos rituales espirituales, implican actos de preparación y comunión con la comida. Al hacerlo, nos afianzamos en nuestra identidad y diversidad cultural, en el contexto de la universalidad del ser humano, y alcanzamos nuestra soberanía alimentaria.

Destacados 2

El control corporativo de los espacios políticos sobre alimentación y nutrición

Las políticas de desregulación de las últimas décadas han provocado una inmensa concentración de poder corporativo en los sistemas alimentarios globales [Véase la Declaración de Berna y EcoNexus (2013) ‘Agropolio: unas pocas corporaciones controlan la producción mundial de alimentos’ (en inglés)] y han consolidado la influencia de las corporaciones sobre el diseño de políticas públicas, a nivel tanto nacional como internacional, desmantelando así la capacidad de las comunidades y las familias de transformar la naturaleza y los alimentos en bienestar nutricional y salud. Bajo el paraguas de las asociaciones público-privadas (APP) y de las iniciativas de múltiples interesados, las corporaciones privadas están asumiendo un papel cada vez más destacado en el diseño de políticas públicas, por lo que están asumiendo las funciones de los gobiernos electos, dinamitando el núcleo mismo de la gobernanza democrática. Esta nueva tendencia tiene graves repercusiones para la soberanía alimentaria. De hecho, las políticas e intervenciones centradas en la alimentación y la nutrición están cada vez más orientadas a la búsqueda de beneficios económicos de las empresas y sus accionistas, en lugar de centrarse en las necesidades fisiológicas y nutricionales de la población general y, más específicamente, de las comunidades afectadas por el hambre y la malnutrición, que están quedando aún más marginadas.

El Foro Económico Mundial publicó en 2010 el informe final de su iniciativa Global Redesign Initiative (GRI) [Véase el documento «Readers’ Guide to the Global Redesign Initiative» (en inglés) de la Universidad de Massachusetts, que resume las propuestas clave del WEF], en la que propone una reestructuración radical de la gobernanza global, enfocada hacia una organización de múltiples partes interesadas en donde las corporaciones participen en las negociaciones y los procesos de toma de decisiones junto con los representantes gubernamentales. Aunque esto pueda sonar ilusorio, es por desgracia una realidad: las cuestiones sanitarias y de nutrición están en la primera línea de la absorción de poder que están efectuando las corporaciones de los espacios de gobernanza pública. Según la propuesta de la GRI, la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) sería sustituida por una «Iniciativa de reforma global de la alimentación, la agricultura y la nutrición» que funcionaría bajo una supervisión conjunta tanto estatal como no estatal.

En 2008, el Comité Permanente de Nutrición de las Naciones Unidas (SCN del nombre en inglés), el organismo de coordinación de políticas y programas sobre nutrición de la ONU, quedo prácticamente paralizado dado que aplicaba una política relativamente fuerte de asociación con el sector privado, y los colectivos de la sociedad civil se resistían a incluir al sector privado como interlocutor. Al mismo tiempo, los mismos agentes que habían presionado (sin éxito) a favor de la participación del sector privado en el SCN –y que posteriormente fueron los primeros en desacreditarlo y agotar todas sus vías de financiación–, comenzaron a promover una nueva iniciativa de alcance global, denominada «Scaling up Nutrition» (SUN). Al contrario que el SCN, que debe rendir cuentas a los gobiernos, la SUN abre las puertas al sector privado para que pueda implicarse a fondo en la nutrición, en consonancia con la visión de la GRI. Entre los miembros de la SUN (incluidos los de su grupo directivo) hay grandes corporaciones trasnacionales de alimentos y bebidas, así como agronegocios [Entre las compañías que participan en SUN están PepsiCo, Mars, Unilever, Syngenta y BASF], algunos de los cuales ya han estado implicados en violaciones de derechos humanos y son conocidos por su reticencia ante las normativas en materia de salud pública.

La participación de las corporaciones privadas en la gestión pública de la alimentación y la nutrición, mediante APP como la SUN, supone una amenaza real para la soberanía alimentaria. Introduce un sesgo a favor de soluciones técnicas, artificiales y basadas en productos, como por ejemplo productos alimenticios terapéuticos y enriquecidos, cultivos genéticamente modificados y suplementos nutricionales, y desvía la atención de los determinantes sociales y las violaciones de derechos humanos que subyacen tras el hambre y la malnutrición. Además, se está haciendo oídos sordos al papel que desempeñan las corporaciones en la generación del hambre y de la desnutrición a través de campañas de marketing inadecuadas, como las de los sustitutos de leche materna o alimentos nocivos para la salud, políticas abusivas de contratación y mano de obra, acaparamiento de tierras y recursos, polución y destrucción de ecosistemas y biodiversidad, etc., y tampoco se está prestando atención a la necesidad urgente de adoptar normativas vinculantes. Lo más importante de todo, sin embargo, es que esta absorción corporativa de los espacios de gobernanza sobre alimentación y nutrición está teniendo repercusiones negativas sobre los ricos y complejos procesos socioculturales de alimentación y nutrición de comunidades individuales y familias de todo el mundo, puesto que se están fomentando unos métodos de producción insostenibles y se está agudizando el calentamiento global.

En noviembre del pasado año se celebró en Roma la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición (ICN2). Durante los preparativos y durante la propia conferencia, se formó una amplia alianza entre movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil por la defensa de unas políticas e intervenciones en nutrición que pongan en primer lugar a las personas –en particular, a las comunidades afectadas y a los pequeños productores de alimentos– y estén basadas en el derecho humano a una alimentación y nutrición adecuadas en el marco de la soberanía alimentaria, la indivisibilidad de los derechos, y los derechos de las mujeres y los niños [Las declaraciones de la sociedad civil y los movimientos sociales antes y durante la ICN2]. Esta alianza hizo un llamamiento a los estados para que pongan en marcha un mecanismo de gobernanza coherente, que permita realizar seguimientos y garantice la responsabilidad frente a las obligaciones y los compromisos de los propios estados en materia de nutrición, al tiempo que impliquen de forma significativa a la sociedad civil, y más concretamente, a los grupos afectados por cualquier forma de malnutrición. El Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CFS) debe desempeñar un papel fundamental en esto, asegurándose de que las políticas de seguridad alimentaria y nutrición sean coherentes, y se le instó a que integrase por completo la nutrición en su plan de trabajo. Los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil expresaron con rotundidad su oposición a que el sector privado participe en el diseño de políticas sobre alimentación y nutrición, y exigieron la adopción de fuertes salvaguardias contra conflictos de intereses para cualquier forma de relación con el sector privado.

A principios de este año, algunos actores se propusieron lograr que la SUN tuviera un papel preponderante en el CFS, ya que el organismo está analizando la función que desempeñará en el futuro para el fomento de la nutrición. En respuesta a dichas actuaciones, el grupo de trabajo sobre nutrición del Mecanismo de la Sociedad Civil (MSC) ha exigido que se establezca un proceso participativo, transparente e informado dentro del CFS para debatir su implicación en materia de nutrición. El mes pasado, el grupo de trabajo del Programa de Trabajo Multianual (MYPOW) tomó la decisión de que la nutrición pasará a ser un importante eje de trabajo del CFS en los próximos años, y que se establecerá un grupo de trabajo de composición abierta sobre nutrición.

Nos encontramos en un momento crítico para que la nutrición adquiera un papel aún más sólido en el CFS, y para establecer un organismo global armonizador que garantice la coherencia entre políticas en los distintos sectores, amparando el derecho humano a una alimentación y nutrición adecuadas. No obstante, para que esto ocurra el CFS debe desarrollar salvaguardias adecuadas que protejan su espacio de diseño de políticas frente a la influencia indebida de las corporaciones. Por lo tanto, resulta fundamental que los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil, a través de la lente de la soberanía alimentaria, pongan sobre la mesa la dimensión del poder en los debates sobre gobernanza en materia de alimentación y nutrición, aboguen por reforzar las salvaguardias frente a conflictos de intereses en el CFS y se mantengan alerta y supervisen de cerca los pasos que se vayan dando dentro del CFS y fuera de él sobre nutrición, luchando contra la captura de este espacio vital por las corporaciones y evitando que la nutrición se desvincule aún más de la alimentación, los seres humanos y la naturaleza.

Boletín núm. 22 – Editorial

Nutrición y soberanía alimentaria

Ilustración: Alapinta crew in Paris

Esta edición del boletín Nyéléni se centra en la nutrición como elemento fundamental del derecho humano a una alimentación y nutrición adecuadas, en el marco de la soberanía alimentaria. Pone en primer plano la fragmentación artificial de los alimentos y la nutrición, así como los intentos del sector privado de acaparar los espacios de desarrollo de políticas en materia de nutrición. Sus autores describen el impacto que ejerce todo esto sobre la nutrición de las personas y las iniciativas que están llevando a cabo las comunidades como medidas de resistencia y para construir sistemas alimentarios alternativos.

La nutrición humana hace referencia a la interacción entre los alimentos y el cuerpo humano, así como a la salud y al bienestar resultantes para la persona. Las mejores fuentes de nutrición continúan siendo la lactancia materna y los alimentos tradicionales, ricos y diversificados, que han desarrollado las distintas culturas a lo largo de la historia. La nutrición es sólo una de las dimensiones de la alimentación vinculada a la salud humana. El mejor modo de garantizar una nutrición adecuada es mediante dietas equilibradas, seguras y diversificadas, basadas en productos frescos locales, de producción agroecológica, y preparadas de acuerdo con las prácticas culturales. La nutrición no puede entenderse como algo ajeno a los alimentos, los modelos productivos, los sistemas alimentarios o las prácticas alimentarias.

La malnutrición en todas sus formas, incluida la obesidad, es el resultado de la pobreza, del hambre, de la carencia y la monotonía en las dietas, así como del consumo de productos ultraprocesados. La intervenciones puntuales en la nutrición pueden resultar fundamentales a la hora de revertir casos extremos y prevenir la malnutrición; sin embargo, los suplementos alimenticios o intervenciones similares no pueden sustituir el acceso regular a una dieta adecuada, sana y compuesta de productos locales, que permita controlar los recursos productivos y garantice unos sueldos adecuados, protección social, no discriminación, fomento de los derechos de las mujeres y sistemas alimentarios basados en los principios de la agroecología y la soberanía alimentaria.

Flavio Luiz Schiek Valente, FIAN International